Un joven pastor fue llamado de una vida pecadora a predicar el evangelio de Jesucristo. Un día en el púlpito recibió una nota donde estaban escritos todos sus pecados pasados. Y también decía: “¿No te da vergüenza estar en el púlpito ante esta gente diciéndoles que se pongan en paz con Dios?”

¿Sabe lo que hizo el joven predicador? Leyó la nota, inclinó su rostro en oración, se puso de pie y explicó: “Damas y caballeros. He recibido una nota y esto es lo que dice.” Enfrente a la congregación leyó cada uno de aquellos pecados. Y luego añadió: “Sí, me avergüenzo de mí mismo. Pero no me avergüenzo de mi Salvador.”